
Un mundo de formas sorprendentes

La geomorfología estudia en las cuevas los procesos de erosión y sedimentación que dan lugar a las formas y depósitos que se encuentran en su interior. En las cuevas se dan, desde los momentos iniciales de su formación, procesos continuos de erosión, corrosión y degradación de los minerales que forman las rocas en las que se abren, originando sucesivas morfologías erosivas, que sirven para identificar su génesis.
Las cuevas kársticas litorales, formadas en la interfase o zona de mezcla entre el agua dulce subterránea que procede del continente y el agua salada marina, ofrecen un conjunto de formas en sus techos, paredes y suelos muy característico de su origen hipogénico, muy diferentes a las de las cuevas formadas por ríos subterráneos o por otros mecanismos epigenéticos.
Muchas de estas formas repiten una y otra vez patrones que combinan al tiempo sencillez y complejidad; los volúmenes subterráneos aparecen formando grandes o pequeñas geometrías laberínticas, como si fueran fractales, con huecos alveolares de distintos tamaños, de centimétricos a métricos, que se proyectan en las tres dimensiones del espacio.
Aparecen por todos lados cúpulas, paredes pulidas, arcos, pilares, agujeros en la roca, terrazas rocosas, panales rocosos, chimeneas, toberas y otras muchas formas que recuerdan las concavidades que se generan en algunos tipos de queso o la complejidad del interior de una esponja. La arquitectura natural de las cuevas litorales alcanza cotas muy elevadas en el ranking de belleza del mundo de las formas subterráneas. Y la cueva de las Estegamitas ocupa un lugar privilegiado en dicho ranking.